miércoles, 4 de mayo de 2011

Esa sensación de impunidad

Me la juego y digo que la gran mayoría de los argentinos tenemos, con razón o no, inculcada la idea de que acá se puede hacer cualquier cosa sin pagar consecuencias.  Que cumplir las leyes es para los giles o los pobres.  Que nadie con poder va en cana nunca.  Será producto de la maquinaria mediática contra la validez de la política que viene machacando con casos y casos de corrupción o producto de ver desde abajo como la clase política se sigue forrando, sin entender cómo hacen.  En cualquier caso, quiero decir que noto un cambio fuerte.

Esa sensación que teníamos casi todos, de que la impunidad reinaba en Argentina, cierta o no, está cambiando de golpe.  Pensemos en casos resonantes de inseguridad, en sospechas de corrupción política o crímenes de lesa humanidad.  Obvio que milagros no hay, queda mucho chorro de guante blanco suelto.  Se pueden nombrar muchos casos, pero antes parecía mucho peor.  Se te cagaban de risa en la cara. Hoy propios y extraños al gobierno dan cuentas.  Parece que la protección se terminó o se disminuyó drásticamente.  Simplificando bestialmente adrede, hay para todos los gustos.  Sindicalistas y políticos hasta los huevos con la justicia, para beneplácito de la clase media descreida.  Pibes chorros en cana por casos de inseguridad que tanto gustan a la derecha.  Para la izquierda y eso que no es nada pero se insiste en llamar progresismo, los genocidas en prisión común.

Citemos casos de inseguridad resonantes: Hay gente en cana por el caso del futbolista Cáceres, por el crimen del ingeniero, por el caso García Belsunce, por la salidera a Carolina Píparo, por el crimen del florista de Susana Giménez y otros que se me escapan ahora.  Obvio que es liviano decirlo así, porque los detenidos podrían ser inocentes o siendo culpables salir libres, pero el hecho objetivo es que no creemos que vaya a pasar y eso sucede al reducirse la sensación de impunidad. Claro que hay otros casos en los cuales todavía no se avanzó, pero no es como antes, que la impunidad se había instituido como monarca en nuestras conciencias.


Con rivetes político sindicales hay varios casos también:  La improlijidad de la ministra Miceli con el dinero encontrado en el baño terminó con ella fuera del gobierno y con el caso elevado a juicio.  Con Uberti y el caso de la valija pasó algo muy parecido.  Jaime está también procesado y con serios problemas con el Juez Oyarbide.  La mafia de los medicamentos tiene en cana nada menos que al pope del sindicato de los bancarios, Zanola, oficialista el hombre también.  El crimen de Mariano Ferreyra, no solamente tiene a los supuestos ejecutores adentro,  sino que también presenta la novedad de tener encanado al supuesto autor intelectual.   Eso por citar casos de gente relacionada al gobierno. Porque también María Julia, no hace mucho, tuvo que devolver gran parte de la guita que se apropió y no era suya. Inclasificable es el caso de Cromagnon, que no podría estar más lejos de la impunidad.

Cuando yo estudiaba, gente a la cual se le comprobó que torturó, asesinó y robó criaturas gozaba de plena libertad, como cualquier hijo de vecino.  Inclusive había asesinos en el gobierno, en plena democracia, como el intendente Patti o el gobernador Bussi.  Hoy están cayendo en cana muchos, son menos de los que lo merecen, como protagonistas, ordenadores o cómplices civiles de la barbarie, pero hay muchos en cana.  Ya no declarados culpables pero libres, están adentro, guardados, como cualquier delincuente cuyos delitos fueron comprobados.

Si la impunidad sigue intocable en la trajedia de Lapa y los asesinatos de Fuentealba, Julio López, víctimas del Indoamericano, del qom Roberto López, entre otros tantos. No hay justificativo, es aberrante, seguimos en situación vergonzante, no estamos el paraíso, pero estamos mucho mejor y hay que decirlo.

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