lunes, 17 de octubre de 2011

A los amigos peronistas

Para los amigos peronistas, comparto dos muy lindas cosas a propósito del 17 de octubre.



El subsuelo de la Patria sublevada - Scalabrini Ortiz

“Es increíble y hasta admirable el poder de persuasión y de ejecución de nuestra oligarquía. En el mes de octubre de 1945, el coronel Perón fue destituido y encarcelado. El país azorado se enteraba de que el asesor de la formación del nuevo gabinete era el doctor Federico Pinedo, personaje a quien no puede calificarse sino con la ignominia de su propio nombre. El Ministerio de Obras Públicas había sido ofrecido al ingeniero Atanasio Iturbe, director de los Ferrocarriles británicos, que optó por esconderse detrás de un personero. El Ministerio de Hacienda sería ocupado por el doctor Alberto Hueyo, gestor del Banco Central y presidente de la Cade, entidad financiera que tiene una capacidad de corrupción de muchos kilovatios”.

"La oligarquía vitalizada reflorecía en todos los resquicios de la vida argentina. Los judas disfrazados de caballeros asomaban sus fisonomías blanduzcas de hongos de antesala y extendían sus manos pringadas de avaricia y de falsía. Todo parecía perdido y terminado. Los hombres adictos al coronel Perón estaban presos o fugitivos. El pueblo permanecía quieto en una resignación sin brío, muy semejante a una agonía”.

"Con la resonancia de un anatema sacudía mi memoria el recurso de las frases con que hace muchos años nos estigmatizó al escritor Kasimir Edschmidt. "Nada es durable en este continente, había escrito. Cuando tienen dictaduras, quieren democracias. Cuando tienen democracia, buscan dictaduras. Los pueblos trabajan para imponerse un orden, articularse, organizarse y configurarse, pero, en definitiva, vuelven a combatir. No pueden soportar a nadie sobre ellos. Si hubieran tenido un Cristo o un Napoleón, lo hubieran aniquilado"”.

"Pasaban los días y la inacción aletargada y sin sobresaltos parecía justificar a los escépticos de siempre. El desaliento húmedo y rastrero caía sobre nosotros como un ahogo de pesadilla. Los incrédulos se jactaban de su acierto. Ellos habían dicho que la política de apoyo al humilde estaba destinada al fracaso, porque nuestro pueblo era de suyo cicatero, desagradecido y rutinario. La inconmovible confianza en las fuerzas espirituales del pueblo de mi tierra que me había sostenido en todo el transcurso de mi vida, se disgregaba ante el rudo empellón de la realidad.

"Pensaba con honda tristeza en esas cosas en esa tarde del 17 de octubre de 1945. El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pingües, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir.

"Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. El descendiente de meridionales europeos, iba junto al rubio de trazos nórdicos y el trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún. El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su enorme masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajidos y cilancos con meandros improvisados sobre la arena en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que es el anticipo de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos de entusiasmos que arribaban por la Avenida de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal.

"Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de la Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón."

jueves, 13 de octubre de 2011

CONMIGO NO.

Ante la recurrencia de dimes, diretes y puteríos que proliferan en épocas electorales, quiero dejar en claro algo, sin importar los prejuicios que dispare.

Me parece que la corrupción u honestidad va por un carril separado de la calidad de un gobierno.  Es decir, un corrupto puede ser un enorme gobernante o uno pésimo.  Lo mismo un tipo honesto.  También puede pasar que la corrupción se materialice en los arrabales del liderazgo. En cualquier caso, quién sabe.

De cualquier manera, me parece estúpido elegir un gobernante con arreglo a una honradez que siempre es supuesta.  Acá lo importante es si beneficia a las mayorías o no.  La otra es una batalla que se debe dar al interior de cualquier colectivo de personas que manejan dinero.   

En lo personal, hay cosas que no juzgo pero que no hago, lo saben bien todos los que me conocen.  A veces, entre opciones nefastas y buenos gobiernos con fuertes sospechas de corrupción, uno elige a los últimos.  Pero eso NO quiere decir que apoye el robo de plata que puede usarse para salud, educación e inclusión social.  El hecho de estar convencido de pelear desde adentro las cosas, de compartir una visión ideológica, de admirar la orientación de las inversiones y de observar una mejora en la calidad general del gobierno, no quiere decir que uno vaya a comerse los mocos o que le haga campaña a la corrupción, si es que la hubiere

Puedo votar un gobierno con sospechas de corrupción y hasta puedo llegar a hacerle campaña, si veo que beneficia a las mayorías populares y en la oposición están quienes las van a reventar.  Todo colectivo humano donde se maneje dinero o posibilidades de ganar dinero, se llame como se llame, atrae más ratones que el queso.  Creo firmemente en pelear esas cosas desde adentro.  Lo que no estoy dispuesto, ni voy a estar jamás, es a sumarme a una estructura de desfalco, ni a justificarla, ni a apoyarla, con el argumento de "todos los hacen" o "no voy a ser el único boludo que...". Conmigo no. Conmigo que se pudran.  

Independientemente de la existencia o no de casos de corrupción a nivel nacional, provincial o local, es importante aclarar estas cosas, que son caballito de batalla opositor, ya muy cerca del 23 de octubre.  No puedo hablar por otros, pero en mi caso, estoy comprometido con un proyecto político que tiende a la justicia social.  Esto incluye contradicciones, impurezas, defectos y virtudes.  Muchas veces hay que tragar suculentos batracios, porque todo proyecto colectivo inclusivo tiene contradicciones y creo que el gobierno de García y el de los Kirchner es lo mejor que nos pasó hasta ahora.  Estoy comprometido con trabajo, voluntad y lealtad por el proyecto de una ciudad y un país más justo, pero no estoy comprometido con ningún avivado, ratero u oportunista, de los que hay en todos lados. Que quede claro. Conmigo no.  Conmigo que se pudran. 

viernes, 7 de octubre de 2011

Paco Urondo

Casi nadie le dio bola, pero dice Página 12 en su tapa que fueron condenados cuatro policías y un militar por delitos de lesa humanidad contra 24 víctimas, entre ellas Paco Urondo.  Creo que es muy importante, y parece que mi amiga Adriana piensa parecido, porque me mandó esto, que quiero compartir.

La pura verdad (Paco Urondo)

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor
y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me avergüenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi
memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

 
El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algún día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos

me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.