miércoles, 18 de mayo de 2011

EL PROBLEMA DE DEFINIRSE POR OPOSICIÓN

Hace rato que estoy viendo la tendencia a definirse por oposición a quien gobierna o a quien toma las decisiones.

Más allá de lo que íntimamente piensen, algunos parecen considerar necesario contradecir absolutamente cada palabra o acción del gobierno (no necesariamente el nacional).  Por ejemplo, si Cristina dice A, el opositor jamás dirá que A es correcto, sino que dirá siempre lo contrario o buscará artificialmente una causa por la que esa afirmación se vuelva criticable, falaz o mentirosa, cuando no repudiable o execrable.

Es una estrategia política lícita, comprensible si uno aspira al poder, porque sabemos que las masas decodifican mejor los mensajes claros. Para quienes apoyamos el gobierno de Cristina eso no es un problema, sino para quien se define por oposición, porque el electorado parece percibirlo y sancionarlo.  Se vuelve nuestro problema cuando lo hacemos nosotros, como se ve a veces frente al gobierno de Macri. 

Es lógico, sincero y normal que dos fuerzas políticas con visiones del mundo opuestas confronten ante la opinión pública en la mayoría de los temas.  Pero es frecuente ver que las confrontaciones vienen  como acto reflejo y no reflexionado.  No porque uno piense que esté bien o mal algo, sino que como el otro dice "A", yo necesito diferenciarme diciendo "no A", "B" o "C".  Lo que demuestra esto es la velocidad de respuesta.  No termina de hacerse un anuncio, que ya se lo defenestra o se negativiza la intencionalidad subyacente.  O sea, no hay tiempo material de que tal o cual medida, anuncio o postura sea analizada, revisada o pensada antes de ser condenada furiosamente. 

¿Esto significa que nunca se acuerda nada? No. Significa que a veces tenemos el NO fácil, frente a las posturas del adversario, o el SÍ automático frente a nuestros líderes.  Y esto trae una serie de problemas que puede ser interesante plantear.
 
En cuanto a definirse por oposición, uno de los problemas es que el discurso propio, las propias ideas expresadas se ven dominadas por lo que diga públicamente el adversario.  Al actuar como acto reflejo a lo que dice el otro, el adversario se convierte en el dueño de nuestras opiniones.   Es fácil terminar entrampado y es tanto peor, cuanto menos capaz o menos sólido sea quien lleva la iniciativa.

Otro problema es práctico, y lo demuestra el cuadro muy general con el que se encuentra la oposición nacional.  En su momento, estimulados por la pérdida brutal de imagen positiva del gobierno nacional a raíz del conflicto con las patronales rurales, los opositores encontraron significativos niveles de aceptación montándose en ese conflicto. Y rendía mucho pegarle al gobierno por todo: mostrar intenciones de pulverizar como sea a un  gobierno con su imagen en caída libre, presentádose como alternativa, daba réditos tangibles.  Entonces cualquier motivo era bueno para atacar y seguir sumando.  Pero luego resulta que un factor imponderable como fue la muerte de Néstor Kirchner, más otro ponderable como fue la inteligencia de Cristina, dieron vuelta el escenario y quedaron todos pedaleando en el aire.  Quizá el caso más gráfico sea el de Cobos.

Oponerse como acto reflejo, para sumar aprovechando un conflicto sectorial y el favor de los medios enojados por la ley de comunicación audiovisual, los hizo marcar el paso detrás de la agenda propuesta por el gobierno nacional.  Cristina los llevó al terreno que le interesaba y los dejó ante la opinión pública como antipopulares (más allá de que lo sean o no), porque los empujó a decir que no a la estatización de las jubilaciones, a la ley de democratización de medios, a la movilidad jubilatoria, al fútbol para todos, a aceptar con peros la AUH, a pararse del lado de una persona sospechada de apropiación de chicos, o del lado de una empresa sospechada de quedarse con una empresa bajo el favor del terrorismo de estado, e inclusive los obligó de autoexcluirse de los actos por la memoria y la justicia, entre otras cosas.

Pasaba el tiempo y no parecían darse cuenta de lo que estaba pasando.  Entonces se encontraron de golpe con un escenario opuesto al que les sirvió para crecer.  Todo lo que antes hicieron se les vino en contra y ahora el resultado está a la vista.  El que no se baja se trata de aliar con un opuesto.  Así como antes cada palo al gobierno nacional hacía sumar, hoy resta.  Mi lectura es que quedaron presos de haberse definido por oposición, sin haber dejado claro el proyecto propio, que supongo tendrá cada línea opositora. 

No estoy diciendo esto como crítica a la oposición, ya que cada uno usa las armas que tiene y es fácil hablar con el diario del lunes.  Trato de marcar un error en la estrategia, que se hizo evidente con el tiempo, en el que es muy fácil caer y del cual nosotros no estamos exentos.

En cuanto a definirse por identificación con el líder, el problema no es solamente la tendencia a volverse más papista que el Papa, o quedar en offside ante una marcha atrás del conductor/a, o creerse un guardián ideológico con derecho a llamar al orden las propias filas, generando divisiones internas, cuando en realidad es un perejil más.

El problema es que la obsecuencia tiende a empobrecer el proyecto político y contribuye a crear una imagen falsa de la realidad social en quien conduce el proceso.  Creo que las opiniones distintas, equivocadas o ciertas, son las que enriquecen toda fuerza política.  Por un lado dan una oportunidad de repensar algunas cosas, y por otro lado de tanto en tanto puede surgir alguna buena idea, algo original, no pensado hasta el momento y por qué no alguna alerta para quien toma las decisiones de gobierno.  Animarse a levantar la voz con pensamiento propio, -siempre que no sea con mala leche-, me parece una obligación de lealtad hacia la fuerza política en la que uno se siente incluido.

Esto no quiere decir que uno tenga que estar permanentemente tirando piedras a lo Alberto Fernández, o trabajando de idiota útil para los adversarios políticos.  Hay que tener cuidado, pero lo mínimo que uno le debe a quien se ganó la conducción del espacio político o a los compañeros de militancia, es sinceridad y honestidad.

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