jueves, 30 de junio de 2011

EL DEBATE EN TELE IMPORTA 3 PEPINOS

Y BUENO CHE...  NO SABÍA COMO ILUSTRAR
Estos días se está hablando mucho del debate televisivo de Filmus, Macri, Solanas, etc.  Que se anima, que no, que en este canal, que en este no, que la madurez, que la calidad de la democracia, que bla bla bla bla...   Bueno, sé que no es políticamente correcto, pero me la juego y digo que los debates televisivos sirven para muy poco más que para favorecer al mejor charlatán.  A veces persuade mejor el que tiene razón, pero muchas veces no.

Los gobiernos se manejan en el ámbito de los hechos, separados generalmente por un abismo de la esfera de los discursos electorales, como queda claro a la luz de la experiencia.  Digo, por si a alguien le suena "salariazo", "revolución productiva", "el que depositó dólares, recibirá dólares", "dicen que soy aburrido, voy a terminar con la fiesta de unos pocos", "conmigo el ajuste lo hace la política y no el pueblo".

Los futboleros sabrán entender con este ejemplo. Imaginemos un debate sobre fútbol entre Ángel Cappa y el Tolo Gallego.  Cappa tiene la parla suficiente como para pulverizar a Gallego en un debate.  Ahora, resulta que luego hay que hacerse cargo de un equipo de fútbol y salir a la cancha, entonces vemos los resultados de cada uno y las diferencias son abismales.   Esto pasa muchas veces en  política, pero con resultados mucho más graves.  

La materia prima de la política es la palabra y como tal no se la puede despreciar, pero tiene valor en la medida que esté  acompañada con hechos, con pruebas tangibles que las apoyen, obvio, en cuanto a la capacidad constructiva,  o a la capacidad de mejorar la calidad de vida de la gente y no para señalar los problemas, porque los ciudadanos conocen de memoria los problemas que sufren cotidianemte, mejor que cualquier dirigente.  Es decir, los hechos que vuelven creíbles las propuestas no forman parte de los debates televisivos.  

El debate en política es necesario, es importante, es una de las bases de la democracia, pero no necesariamente en televisión, porque impone limitaciones que atentan contra el tratamiento serio de temas que son complejos.  O sea, hay poco tiempo, se requiere un lenguaje oral y corporal especial, y no dominan la escena los argumentos, sino la expresión, el carisma, los gestos, el tono, los golpes de efecto, lo emotivo y no la COSISTENCIA del discurso, que es lo importante.   Es un ámbito que favorece al charlatán de feria o a quien maneja las reglas del lenguaje audiovisual y no al consistente o al profundo.



No sé quién nos hizo creer que Estados Unidos, donde no faltan los debates televisivos, y de donde se toma esta idea pedorra que los debates preelectorales son una especie de panacea del sistema político.  Cabe preguntarse de dónde sale que el sistema político estadounidense es un modelo a seguir, o que son los campeones de la madurez y de la democracia.  Ahí gobiernan las corporaciones y la política está poco menos que de adorno.  Es una potencia mundial llena de pobres, que para sostener negocios privados alrededor del mundo no repara en cantidad, procedencia, ni edad de las personas que asesinan.  Un país que tiene el secuestro y la tortura como política de estado, que es una fenomenal fábrica de cadáveres, inclusive donde las corporaciones llegaron a matar un presidente, quedando el crimen impune.   Resulta que de ellos tenemos que aprender democracia. 

También se hacen debates en España, donde todavía tienen REY y donde también están tan dominados por las corporaciones que su  sistema político, aún con el socialismo en el gobierno, no tuvo ni si quiera la capacidad de combatir la impunidad de los crímenes del franquismo, entre otras cosas.

No estoy diciendo que haya que erradicar los debates televisivos, me parece bien que debata en tele, todo aquel que quiera, considere importante y tenga ganas de hacerlo.  Digo,  específicamente, que está bien que se haga, pero que no es para NADA importante.  Que de eso no depende la madurez o la condición democrática de un candidato.  Que no sirve para ver quién tiene razón, o quién es capaz de hacer lo que dice que va a hacer, sino para ver quién se expresa mejor, quién promete mejor o quién es más carismático.  Y también digo que a nivel personal, muy subjetivamente, con todo el respeto por el que no piensa igual, me importan un carajo los debates televisivos.

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