lunes, 5 de noviembre de 2012

EL HUEVO DE LA SERPIENTE.

Casi todos nos peleamos contra las injusticias. En las distintas trincheras. Desde distintos puntos de vista. Algunos creen que es una injusticia que les cobren impuestos para asistir a los pobres.  Otros pensamos que es una injusticia que haya pobres que necesiten asistencia.  Algunos creen que no poder ahorrar en dólares es una injusticia contra la que hay que pelear. Otros pensamos que es una injusticia que la mayoría del empleo no esté registrado y que el privado se robe el altísimo porcentaje de iva que el consumidor paga para el estado.  Esto a modo de ejemplo. Habrá tantas miles de injusticias como personas que las interpreten existan.  No pretendo tener razón en lo que juzgo como injusticia. Quizás el tipo que gana bien, vive bien y con esfuerzo progresa continuamente en sus bienes, tiene razón en considerarse desfavorecido por la alta carga tributaria, frente al pobre tipo que revienta trabajando, vive como el culo, tiene que hacer interminables colas para lograr una atención en salud, vive en una casilla de madera, sin transporte propio, cagándose de calor en verano, quedando duro de frío en invierno y consigue un miserable plan social del gobierno.

Cabe preguntarse entonces dónde está el origen del asunto.  Mi posición es que el problema sigue siendo el individualismo. El hombre está hecho para vivir en comunidad. No puede vivir completamente solo. O, al menos, esa no es la regla.  Entonces forzosamente tenemos que convivir.  Y no se convive fácil, o en mínimas condiciones de justicia, si no somos solidarios, si no tenemos en cuenta al otro...  pero en serio.


Nos mata el indidualismo, en todos los órdenes, en todos los niveles.  Nos mata el individualismo del infeliz que acelera su moto con el escape adulterado para aturdir, torturando a un bebe que necesita descansar, o molestando al tipo que quiere tomar un trago tranquilo en un bar.  Nos mata el individualismo del tipo que explota a su empleado para vivir mejor.  Es decir, que se da lujos a expensas de la pobreza del que transpira para generar su riqueza.  Nos mata el individualismo del pedorro compañero que pisotea a una compañera para estar más adelante en un acto.  Nos mata el individualismo del que no deja ver al que está atrás con tal de mostrar su bandera.  Nos mata el individualismo del líder político que construye en base a su persona y no a ideas.  Nos mata el individualismo del tipo que aprovecha un aprieto económico de otro, para comprarle a dos mangos su inmueble o su auto.  Nos mata el individualismo el tipo que vota en base a su bienestar y no al bienestar de las mayorías.  Nos mata el individualismo de los que lucran con las crisis económicas.  Nos mata el individualismo del gil de goma que no le importa si duermen o no los vecinos con tal de mostrar su adhefesio de auto tunning y el equipo de música de tamaño inversamente proporcional a su cerebro.  Nos mata el individualismo del empresario que ante mayor demanda de sus productos, en lugar de invertir para aumentar la oferta, sube los precios y se lleva la guita afuera, o la mete acá en inmuebles.  Nos mata el individualismo del sorete que va al palo para hacerse ver, poniendo en riesgo al resto de las personas que pasean, o a la inversa, el tipo que va chismeando a dos por hora en un lugar donde no se lo puede pasar, cagándose en el tiempo del que tiene atrás.  Nos mata el individualismo del policía que se hace el boludo cuando otro egoísta le está meando la puerta a un jardín de infantes, porque no le interesa hacer dos pasos hacia el pasto, o esperar como una persona el baño.  Hay miles más. Millones de individualismos que le van cagando la vida en cuotas al resto.  Nos mata el individualismo del empresario de medios que extorsiona o vende verdades.  Nos mata el individualismo del padre que pretende delegar en el estado la educación de su hijo.  Nos mata el individualismo del juez que acepta "regalos" de un grupo mediático para favorecerlo jurídicamente.  Nos mata el individualismo del periodista famoso que vende su conciencia.  En fin. Nos mata el individualismo, a secas. 

Las mejores cosas se construyen en conjunto.  Y no es un comentario lleno de buenas intenciones pero vacío.  Hay pruebas.  Así tenemos lo que tenemos en Chajarí.  Los clubes, que se formaron, subsisten y crecen por trabajo solidario.  Las parroquias de todas las religiones.  Las instituciones no gubernamentales (AALCEC, Alcohólicos Anónimos, la biblioteca popular Urquiza, Raíces y Alas, Bomberos Voluntarios, El Refugio, Asociación Protectora de Animales, etc.).  La enorme mayoría de las escuelas, etc.  Puedo estar equivocado, pero la lucha contra el individualismo es la madre de todas las luchas.  Es la batalla cultural por excelencia.  Es la pelea que debemos dar para disminuir las injusticias.  Es lo que tiene que ocupar la mayoría de nuestro tiempo a quienes trabajamos en política, a quienes tienen un micrófono, un teléfono o una compu en la mano, a quienes se dedican a la educación, a quienes promueven deporte, es decir, a todos los que de un modo u otro construyen sentido en una comunidad. 

Y no me parece que la motivación para ser solidario deba ser que uno se vuelve querible, o siendo creyente uno fuera a ir al cielo.  Es por razones profundamente prácticas.  Dicho en otras palabras: no hace falta inmolarse por los demás, solamente si nos calentamos un poquito en ver cómo nuestras acciones afectan a los demás y sencillamente dejamos de hacer lo que no nos gustaría que nos hagan, tengo la profunda convicción que vamos a vivir mejor.

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