lunes, 7 de febrero de 2011

¿Qué le vemos al Kirchnerismo?

Muchos dirán que el kirchnerismo es corrupción, que es capitalismo de amigos, que es discurso espurio. Que es Jaime, que es Antonini, que es la manipulación del INDEC. Que es obra pública arreglada para coimas, que es sobreprecios, que es un intento de apropiación de la lucha por los derechos humanos, que es un intento de reinventar la historia, que es mordaza a la prensa libre, que es uso del estado para fines particulares, que es Lázaro Báez y el juego, que es incapacidad, que es crispación, que es odio, que es violencia, que es enriquecimiento ilícito, que es autoritarismo, que es poca distribución del ingreso, que amagan con la zurda y pegan con la derecha, que es progresismo de mentira, que es anti-republicanismo, que es barones del conurbano, que es inseguridad jurídica, que es resentimiento contra el progreso económico de otros, que es un obstáculo al desarrollo productivo. Que es inmoralidad pura disfrazada de progresismo. Algunos hasta dicen que es una banda de asaltantes.

En rigor no sabemos mucho, no tenemos certeza plena de que algunas cosas de estas sean ciertas, ni si quiera sabemos si todas esas acusaciones son ciertas. Pero de lo que sí estamos seguros es que no va a ser la UIA, ni Clarín, ni Ratazzi, ni la Sociedad Rural, ni La Nación, ni Mariano Grondona, ni el poder económico, ni la cúpula de la iglesia los que nos cuenten cómo son las cosas. No es a ellos -a los que durante toda la historia han pagado sus lujos usando el lomo de los pobres- a quienes vamos a creerles.

Seguramente el Kirchnerismo tiene porquerías en su espalda, pero los ataques que sufre no son consecuencia de lo que tienen de malo, sino de lo que se está haciendo bien. No esperamos que el establishment, las corporaciones, el poder económico y sus medios de comunicación aplaudan un país donde el poder político no sea su esclavo.





¿Qué será lo que nos atrae? ¿Ingenuidad? ¿Estupidez?

Podemos ensayar una explicación, más simple de lo que puede suponerse: Miles de jóvenes, cientos de miles, en todo el país, decidimos tener esperanza. El kirchnerismo muchas veces nos hace tragar sapos por pragmatismo, pero para nosotros es mucho más que el montón de prejuicios citado al principio. Es esperanza en la justicia, porque los genocidas están cayendo presos (finalmente alguien tuvo las pelotas de anular las leyes de impunidad). Es esperanza en la justicia social, porque la cobertura social para niños y viejos se multiplicó exponencialmente. Es un rayo de luz en la oscuridad, porque la Asignación por Hijo devolvió a la escuela a muchísimos chicos que la habían dejado; porque en lugar de recibir zapatillas del estado, los estudiantes reciben una netbook y también porque se inauguran nuevas universidades públicas. Es una promesa cierta de futuro porque se repatriaron los famosos cerebros fugados y la ciencia se desarrolla luego de mucho tiempo en el país. Y así podríamos seguir hasta mañana… No da para ponerse a enumerar, porque son demasiadas las cosas impensadas que se lograron. Siempre apoyando al débil. Siempre apuntando abajo. Si es por conveniencia, que sigan actuando así. Los vamos a seguir apoyando.

La verdad es que ninguna otra fuerza política puede ni si quiera soñar con el desarrollo militante joven del proyecto encabezado por Cristina. Cabe preguntarse por qué. Nosotros decidimos creer en lo que vemos y no en lo que nos cuentan. Aquellos que siempre nos dijeron lo que teníamos que hacer, lo que nos convenía, quienes son los buenos y quienes son los malos, nos depositaron en el desenlace vergonzante de 2001. Si no aprendimos ahí, no aprendemos más.

Decidimos tener esperanza en que una Argentina mejor es posible. Nos mueve el entusiasmo por un proyecto de país más justo. Nos pone en la calle la sensación de que algo mejor viene. Levantamos nuestras banderas y salimos a participar de nuestro futuro porque una pareja de locos nos invitó a soñar demostrando rebeldía contra la injusticia cristalizada. En los últimos años, solamente una fuerza política desafió lo establecido. Acumuló poder, niveló fuerzas primero y después se plantó contra los intocables de siempre. Solamente los Kirchner tuvieron la rebeldía y los huevos para bancar las paradas más fuertes, y una vez que se la jugaron nos invitaron a compartir un proyecto de país inclusivo. ¿Cómo no nos iban a convencer? ¿Cómo un joven interesado en la política no se va a prender? ¿Cómo no creer en ese manojo de sueños propuesto por esta gente que no medía costo político para seguir convicciones? ¿Cómo no conmoverse con esa pelea desigual contra la patronal sojera de 2008? ¿Cómo no revelarse contra el ataque desmedido de los medios dominantes frente a una ley imprescindible? ¿Cómo no pararse del lado de quienes llevaron adelante la inclusión que significó el matrimonio igualitario? ¿Cómo no resistir la ofensiva del duhaldicarriomacriradicalismo en el congreso, pensada con el único motivo de entorpecer?

Obvio que podemos estar equivocados, seguro que podríamos comernos un fenomenal garrón. Pero si llegáramos a pifiarle no importa, habremos experimentado con plenitud la esperanza genuina de un país para todos. En última instancia es en nosotros, en los jóvenes con compromiso político, en quienes va a descansar la posibilidad de tener la Argentina que soñamos. Tomamos el desafío… y lo hacemos con alegría.

1 comentario:

  1. Me encanto la editorial, muy bien utilizadas las palabras y con un contenido politico super interesante. Saludos desde Bs As...me sumo al desafio.-

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