miércoles, 2 de febrero de 2011

La unidad del movimiento obrero en Argentina

Hace un tiempo, más de 80 años, Antonio Gramsci escribía una serie observaciones  relacionadas al movimiento obrero italiano, que perfectamente podrían aplicarse al movimiento obrero argentino en la actualidad.

Recortar y sacar de contexto es siempre un acto de injusticia, pero en este caso vale la pena hacerlo, aunque sea para despabilar, o para cuestionar aquello que por repetición se vuelve incuestionable.  El penasamiento dominante parece ser: "la CGT es mala, imposible de penetrar por parte de la izquierda, entonces está bien poner las energías en una nueva central  buena, democrática y del lado de los trabajadores.  Entonces seria terrible que el estado no la reconozca al mismo nivel que la CGT"  .   Y el asunto es que la unidad del movimiento obrero no es un tema menor, al menos visto desde la izquierda, si es que la izquierda es una sola cosa.

El texto es viejito pero se la banca para echar luz sobre la reciente fractura de la Central de Trabajadores Argentinos, la respuesta asesina de la Union Ferroviaria de Pedraza al legítimo reclamo de los trabajadores tercerizados, la actitud de líderes sindicales en el ojo de la tormenta por implicaciones en delitos terribles y la reacción corporativa de la CGT como consecuencia de la detención del caporale de UATRE, Momo Venegas. 

Los hijos de vecinos diríamos que lo lógico sería que un movimiento obrero unido pueda encargarse con éxito de defender el valor de los salarios, las condiciones laborales, el derecho de sus afiliados a recibir medicamentos que los curen, lo mismo que incorporar al empleo formal a trabajadores tercerizados, o depurar aquellos sindicatos que corrompen la lucha por mejores condiciones de vida de sus trabajadores, o resolver en un marco democrático las desaveniencias electorales, o pulverizar la mano de obra esclava.


 
Veamos que decía Gramsci: "El  derrumbe de las esperanzas revolucionarias y la fuerte conjunción de la burocracia sindical han multiplicado los venenos disolventes de la estructura proletaria" Cualquier parecido con nuestra realidad no parece casual.  Se percibe en la propia estructura burocrática que demuestra la CGT y demostró el año pasado la CTA, su negación. 

"El problema es difícil, pero sin embargo no debe ser descuidado nunca por el Partido Comunista.  Este se propone introducir en el interior de una sola gran organización las discusiones entre las distintas tendencias políticas proletarias y trata de convertir en lucha por la conquista de las direcciones de esta única gran organización la actual lucha que conducen actualmente en Italia las diversas centrales a fin de disgregarse recíprocamente. Así, el Partido Comunista se propone crear la condición primera para el nacimiento del estado obrero (...) En realidad, los opositores a los métodos reformistas, no pueden prescindir en cada momento de estos mismos métodos, no como programa universal, sino como compromiso táctico con la realidad histórica contingente y con los estratos más retrasados de las masas: justamente por tal razón, todos esos opositores deberían entrar a la confederación para equilibrar en un primer momento y para atacar luego a la burocracia sindical. Además de la Unión Sindical, hay en Italia muchísimas otras organizaciones sindicalistas, anarquistas, republicanas, locales, regionales, con tendencia a convertirse en nacionales y que se agotan en actividades limitadas. Esas organizaciones podrían en cambio contribuir con mayor utilidad al desarrollo unitario del proletariado italiano, entrando a la confederación." .  Cabe entonces cuestionarse, sin sentencia, solamente interrogarse, si desde la izquierda es procedente la creación de la CTA en principio y luego su cuasi-fractura, lo cual por omisión convirtió a la determinante CGT prácticamente en burocracia pura.
Es decir el poder representativo de las grandes masas de trabajadores, la capacidad de presión casi insostenible para cualquier gobierno está sin duda en la CGT, y ese poder parece delegado de hecho por los sindicatos más democráticos y menos reformistas, si cabe el término, nucleados en la CTA.  El resultado es que no existe por fuera de la CGT poder de presión suficiente frente al poder político y al poder económico para resolver el empleo tercerizado, claro, a menos que haya una muerte.  También el movimiento obrero organizado es impotente para aislar a personajes responsables de hechos de corrupción tan graves al interior de muchos sindicatos, como aquellos de la famosa causa de Oyarbide.  El movimiento obrero por fuera de la CGT tampoco es capaz de detectar, hacer visible y atacar con ferocidad la mano de obra esclava, ni si quiera de resolver proactivamente las tensiones internas de la CTA producto de la inclusión del oficialismo gubernamental en su interior.  Vamos un pasito más, termina surgiendo de la CGT y no del resto del movimiento sindical el proyecto de ley de participación de los trabajadores en las ganancias.  En consecuencia, la suerte de los trabajadores argentinos está prácticamente en manos de una CGT en manos de una burocracia sindical que resolverá solamente aquello que le interese resolver, y no necesariamente coincide con los altos intereses del proletariado, por decirlo con fanfarria zurda.  

Es importante decir que no se pretende caerle encima a la respetabilísima CTA, que ha sido desde todo punto de vista beneficiosa para el país, sino poner en cuestión a la luz de los últimos acontecimientos el problema de la unidad del movimiento sindical y las consecuencias prácticas del sectarismo para tantos trabajadores argentinos.

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