martes, 20 de julio de 2010

EL CARCAMÁN EN PIJAMAS

La expresión “carcamán en pijamas” da la imagen de un tipo desalineado, de mal humor, mal hablado, agresivo, rezongón, holgazán, chismoso, resentido, insultador empedernido y fundamentalmente “anti”, aunque no se sepa bien de qué.

Esta caricatura conceptual puede utilizarse como arquetipo útil para el análisis de las opiniones políticas que se pretenden apolíticas, siguiendo el camino inverso de la famosa “Doña Rosa”, acuñada por un periodista que no vale la pena recordar.

Casi todos tenemos un carcamán en pijamas adentro, que aflora cuando ponemos nuestra atención en temas como la política, el fútbol y los contenidos mediáticos, por ejemplo.

Sobre todo ante situaciones frustrantes. Existe una generalizada tendencia a los insoportables lamentos sobre la leche derramada, pero rara vez -como socio de esta sociedad-, uno se plantea por qué pasa lo que pasa y cuál es la propia responsabilidad ante los resultados públicos indeseados.

Es decir, si hay muchos accidentes de tránsito, el carcamán en pijamas dirá que los inspectores son inoperantes, que no sirven, que son haraganes, que les pagamos para que no hagan nada, etc. Pero el mismo carcamán en pijamas, se enojará cuando le hagan una multa por estacionar en una ochava y dirá que la municipalidad manda hordas de famélicos “varitas” para saciar el hambre recaudatorio del municipio. En lugar de intentar manejar mejor y mostrar respeto por la integridad del otro, el carcamán en pijamas echará trinos contra dios y medio mundo. Mientras tanto, los accidentes seguirán ocurriendo.

Algo parecido sucede con el cuidado del agua, el problema histórico de Chajarí. Por más pozos que se hagan, bombas que se compren o multas que se cobren, el desperdicio privará del líquido vital a muchas familias. El carcamán en pijamas luego de lavar el auto en su patio, cambiar el agua de su pileta y dejar el regador haciendo barro en el patio durante toda la noche, manifestará a quien quiera escucharlo sus múltiples y efusivos insultos contra los políticos que no resuelven algo que viene causando problemas desde siempre.


El carcamán en pijamas descarga todas su frustraciones en el libro de quejas de facebook, tomando por cierto cualquier rumor negativo sobre el estado, por descabellado que fuera, y actúa en consecuencia. Tanto que en la década del setenta aplaudía a un estado que enviaba jaurías de criminales para “purificar” con sangre la Argentina, y en los noventa apoyó la ausencia del estado hasta extremos insostenibles. Es un nacionalista furioso, fanático defensor de Malvinas, mientras compra dólares o contrabandea mercadería, destruyendo la moneda nacional. Despotrica contra la TV basura, mientras hace reventar los ratings de los peores programas. Se deshace en llantos por las injusticias impositivas de que se siente objeto, mientras denigra la dignidad laboral de su empleada doméstica.

Aúlla improperios contra los docentes, acusándolos del escaso nivel académico, mientras dedica gran parte de su tiempo a destruir la confianza de sus hijos en el conocimiento del maestro.

Las posibilidades de reproducción de carcamanes, se ven potenciadas cuando uno de ellos adopta la forma de periodista, de empleado público o de profesor. Así logra reproducir infinidad de nuevos carcamanes en pijamas.

Ya fuera de las caricaturas, de acuerdo a la Real Academia Española, carcamán es “una persona de muchas pretensiones y poco mérito”. Vale preguntarse si en el aspecto puramente político, los integrantes de las mayorías que configuran cada triunfo electoral, no se parecen bastante a lo que se ha definido como carcamanes. Es decir, es obvio que la matriz de pensamiento que sirve de sustento al poder político está signada por el desconocimiento, hijo del desinterés. Los niveles sociales de responsabilidad política y participación ciudadana JAMÁS están a la altura de lo que se exige a la clase dirigente (sin ponerle nombre, cargo, partido, ni tendencia ideológica).

Se puede buscar culpables, llorar contra los políticos, insultar, difamar y acusar, sin resolver nada, como se ha hecho hasta ahora… La experiencia demuestra que echar culpas o tener razón no soluciona nada. La otra opción es interesarse seriamente por la política, intentar conocer algo de historia, participar, ocupar espacios, proponer soluciones alternativas a los problemas, juntarse… En definitiva: tener en cuenta al otro, pero en serio… y tomar el rumbo de la historia en nuestras manos, sin chivos expiatorios.

Desde aquí, no se pretende desestimar los reclamos justos, liberando de su responsabilidad al estado o a la clase política. Solamente dejar planteado que a todo ciudadano, en un momento u otro, nos aflora ese carcamán en pijamas, que siempre está latente y debe ser combatido… pero es necesario tener mucho cuidado… porque en algunos casos, el carcamán en pijamas se apodera completamente de la persona, para no abandonarla más… yo conozco varios.

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