Si hay una cosa que tenemos los argentinos, es que en general y con pocas excepciones, nos cagamos en la reglas. Tenemos otros valores, pero las reglas no son nuestro fuerte. Basta con ver el funcionamiento del tránsito o una declaración de impuestos para comprobarlo. Pero eso no significa que las reglas no tengan un sentido.
Las leyes y las instituciones son indispensables para que la convivencia no sea un quilombo, donde gana el más fuerte y el débil se jode.
Existe un sector político/ideológico, siempre bien apadrinado, que logró vender la imagen de representar el respeto por las instituciones y la república. Inclusive sus miembros sienten orgullo por pertenecer a esa suerte de cofradía republicana. ¿Pero qué dice la historia poco enseñada al respecto?.
Ese sector tiene en su tradición democrática el apoyo de una dictadura que fusilaba en nombre de la libertad. O el aplauso y luego ocultación a las futuras generaciones de bombardeos políticos en plena Plaza de Mayo. O regenteo de intendencias a la dictadura militar más inhumana que se recuerde. O derogación de una Constitución Nacional por decreto. O haber ganado 2 elecciones presidenciales con el principal partido opositor prohibido, poniendo de ejemplo cada tanto a esos dos presidentes ilegítimos. Les ha parecido bien todo eso, o al menos justificado. Pero de todos modos sienten que encarnan la legalidad, la república, el respeto a las leyes. Lo dicen, lo repiten, lo remachan, y pocos lo cuestionan, por eso se instala.
Esa idea se impuso muy especialmente en Chajarí durante décadas y décadas. Eso construye un imaginario colectivo que se hace carne y se transmite de generación en generación. De cualquier modo, separemos la declamación de la realidad. Una cosa es lo que se boquea y otra lo que se hace. Dejemos un rato los convencimientos y vayamos a lo real. Hechos.
No me hables de institucionalidad si vas a designar dos jueces de la Corte Suprema de Justicia por decreto o vas a poner una mesa judicial y a los servicios de inteligencia a apretar jueces. No me jodas con la construcción de consenso si nos vas a endeudar de por vida sin pasar por el congreso... Puedo estar hasta mañana dando ejemplos.
En Chajarí hay también una idea de transparencia, respeto a las instituciones, consenso y división de poderes, instaladas y muy bien vendidas por el aparato de comunicación oficial y una gran parte del periodismo. Y además casi sin cuestionamientos por parte de la oposición.
Sin embargo, yo prestaría más atención en los siguientes puntos, entre otros:
-Hay debates y decisiones en el marco del Concejo Deliberante que no son opcionales. No me parece buena señal que el Concejo esté deslucido, intrascendente, sin debate. Está muy claro en la Constitución y en las leyes en qué casos debe intervenir. No siempre se respeta. Allí se sientan ciudadanos elegidos por voto directo, representantes del pueblo, para dar un marco sobre el cual el intendente ejecute las políticas de estado, y no al revés. No es un tema menor, es nuestra democracia. Los grandes temas de la ciudad no pueden estar ausentes.
-No corresponde establecer tasas o impuestos por decreto, ni pagar sumas considerables fuera del presupuesto aprobado. Si nadie lo cuestiona, pasa.
-El sistema de votación no debería ser cambiado a mitad de gestión, de acuerdo a las necesidades políticas particulares.
-Los pedidos de informe se deben responder, sobre todo con temas graves.
-Si se van a publicar normas, es importante poder encontrarlas.
-Muchas veces se ha cuestionado vehementemente que el Congreso o el HCD se convierta en una escribanía del ejecutivo. ¿Por qué eso dejó de ser un tema? ¿Es o no es importante la división de poderes?
-Los compromisos de las licitaciones deben cumplirse, más si hay una relación política o personal con quien gana la licitación.
-El aparato de comunicación que pagamos todos, no está para hacer política partidaria, sino para dar cuenta de los actos de gobierno. No solo la parte conveniente al gobierno, porque la calidad democrática mejora con ciudadanos informados y empeora con votantes manipulados.
Igual, nada nuevo. Me animo a decir que los grupos de poder de siempre, esos que no van a elecciones cada cuatro años, históricamente usaron el pretexto de la república y la legalidad para sostener privilegios. A la vista está que sigue funcionando.
Y si el sayo cabe...